El Gobierno de la calle
Ingeniero comercial Universidad de Chile. Miembro del directorio del Centro de Estudios del Desarrollo
- T+
- T-
Andrés Sanfuentes
La masiva manifestación “No + AFP”, aparte de expresar la insatisfacción por el bajo nivel de numerosas pensiones, ha generado comportamientos políticos que conviene resaltar. Tal como se ha trasformado en un hábito, el Gobierno ha reaccionado con prontitud abriendo una mesa de diálogo, para buscar prontas soluciones al problema.
Sin embargo, se debe recordar que el “Informe Bravo” ya había diagnosticado la situación y había recomendado varias correcciones para atenuar la situación. Las más importantes, como es lógico, no eran populares, como aumentar la edad para jubilar, igualar las condiciones para “ellos y ellas” y otras adicionales. Se difirió la recepción del informe por un año con un pretexto ingenioso: faltaba la opinión de especialistas extranjeros pero, en este caso, no se pidió la opinión del padre de la criatura (José Piñera), probablemente en el extranjero vendiendo al niño prodigio como un servicio a Chile. Cuando la situación parecía bajo control, los pensionados salieron a la calle y se tuvo que responder colocando una mesa amplia para escuchar opiniones.
En la Nueva Mayoría aparecieron numerosas propuestas y afirmaciones categóricas, algunas bastante exóticas; incluso algunos ministros se pusieron ingeniosos, aunque con discrepancias no menores pero, en definitiva, “la Presidenta decide”.
La Derecha también escuchó el llamado de “la calle”, las elecciones se acercan y, en este caso, aunque algunos empresarios se molesten, están dispuestos a gravarlos con una contribución en favor de los pensionados.
José Piñera se apresuró a volver a Chile a subirse al Mercedes Benz, lo llenó de bencina y señaló que aún ese modelo era “perfectible”, ya que le que estaban “rayando la pintura”. Su hermano Sebastián, señalado como su competidor más entrañable, también tuvo que plantear algunas ideas de cambios.
Este episodio ha sido frecuente durante este Gobierno. En la primera etapa, de la “retroexcavadora”, se plantearon las principales reformas prometidas: la tributaria, para recaudar fondos para financiar los necesarios programas sociales; la laboral, al poco andar reducida a fortalecer el sindicalismo; la constitucional, a pesar de la falta de claridad que subsiste hasta hoy; y la educacional, para combatir “el lucro y la mercantilización”, ya que eran las principales demandas de “la calle” estudiantil. En vez de partir por el mejoramiento de la calidad de la enseñanza y fortalecer la educación pública, se priorizó la “gratuidad universal” como la meta a cumplir, pues estaba contenida en “el Programa”.
La “gratuita universal”, fue altamente cuestionada, por ser regresiva desde el punto de vista de la equidad, al favorecer a los segmentos de más altos ingresos en su etapa final y por ser imposible de financiar en el plazo previsto inicialmente, la plata no alcanza, como lo ha señalado con reiteración el Ministro de Hacienda, ante la irritación de los más sensibles.
Es cierto que “el Programa” es para el Gobierno como las “Tablas de la Ley” para el Pueblo Judío, pero es bueno recordar que después de muchos sufrimientos Moisés las recibió en Sinaí y después demoró 40 años en llegar a la Tierra Prometida. Es cierto que los tiempos han cambiado y en el mundo actual los trayectos son más rápidos, pero también llenos de dificultades, como el precio del cobre.
Los resultados de las últimas encuestas reflejan que tanto el Gobierno como la Derecha pasan por un mal momento y las caídas en el populismo no los han favorecido. En el caso del primero, por ser víctimas de “la calle”, del decir “guagua que no chilla no mama” y del “aquí y ahora”, tan propios de las pancartas callejeras. Por su parte, la Derecha sumida en el desconcierto, la carencia de propuestas y la imposibilidad de desligarse de las entrañas empresariales.
“La calle” puede llegar a ser un mecanismo poderoso para conocer las demandas ciudadanas y se le debe escuchar, pero no siempre son posibles de satisfacer, porque no mide las limitaciones que se enfrentan ni puede establecer prioridades, que es el deber del Gobierno e incluso la Oposición. Las últimas encuestas así lo reflejan, rechazando las últimas reformas, educacional y laboral pues la ciudadanía es racional y no acepta el grito anarquista de mayo 1968 en París, “seamos realistas, pidamos lo imposible”.